Llegamos a un pueblo donde las niñas y los niños corrían animados en dirección a la iglesia. Allí se estaba celebrando la ceremonia de grados del colegio. Un grupo de jóvenes pasaba sonriente frente a nuestras cámaras, mientras la comunidad parecía alegre por la celebración. Era difícil imaginar que tan solo dos meses atrás este mismo pueblo estaba completamente desierto. Sus habitantes se habían visto obligados a desplazarse, pero decidieron volver.
Formábamos parte de una misión humanitaria que brinda ayuda y acompaña a las comunidades que, en la actualidad, son víctimas del conflicto armado colombiano. Después de mucho conversar, fuimos construyendo lazos de confianza. Las personas nos recibieron con amabilidad, y le propusimos a algunos de los habitantes la posibilidad de grabar sus testimonios.
Varias veces el silencio fue la respuesta
En ese momento nos encontramos por primera vez con expresiones de preocupación. Nos preguntaron de qué queríamos hablar y nos explicaron que los actores armados estaban presentes en esa área y que, por su seguridad, algunos temas no se podían mencionar. “Calladito uno es más bonito; esta situación está muy compleja”, nos decían.
Una mujer nos recibió en su hogar y accedió a contarnos su historia. Durante la conversación, su expresión cambió de repente; la sonrisa generada por los recuerdos de su familia se borró. Algo vio afuera que la inquietó. Inmediatamente, decidió terminar la entrevista y nos recomendó guardar las cámaras. Se nos acercó y en voz baja dijo: “Acaban de pasar los hombres armados por enfrente de la casa”.
Un mes después de nuestra visita, nos informaron que un nuevo enfrentamiento armado se había producido en el pueblo. Más combates, muertes y amenazas siguieron ocurriendo en este territorio. Una vez más, familias enteras se vieron obligadas a abandonar el pueblo que hoy, de nuevo, se encuentra en silencio.
Gracias a la generosidad de la Unión Europea, esta comunidad recibió alimentos, jornadas de salud e información para promover hábitos de higiene y continuar con la educación de niños y niñas en medio de la emergencia.
Usted puede seguir ayudando a comunidades obligadas a guardar silencio y afectadas por el conflicto armado en Colombia.
Una vez más, el silencio habló más que las palabras.