Arsenio, padre de siete hijos se detiene para contemplar el río y dice: “El agua sigue su curso, siempre avanza. Aunque este río nos da vida, su fuerza nos recuerda que somos seres humanos frágiles”. Al lado de Arsenio hay una cruz de madera enterrada en el suelo, un símbolo de protección para su comunidad indígena, una representación de su respeto por la vida en medio de las crisis.
Hace unos pocos meses y durante varios días la lluvia no se detuvo. El río se desbordó e inundó las viviendas y arrasó los cultivos de plátano, arroz y caña. Esta comunidad, que depende de lo que siembra, se enfrentó a una escasez de alimentos sin precedentes.
Arsenio se lamenta: “antes comíamos tres veces al día, ahora apenas una o dos”.
Durante la emergencia no hubo tiempo para la indecisión. Arsenio organizó rápidamente a las familias de su comunidad para huir de la inundación y salvar sus pertenencias. “Teníamos que ponernos a salvo del río, pero tampoco podríamos ir lejos”, dijo Arsenio.
Como si la inundación no fuera suficiente, la presencia de grupos armados no estatales -que hacen parte del prolongado conflicto armado en el país- limitaban la movilidad de la población.
Arsenio cuenta que las mujeres, los hombres, las niñas y los niños no caminan solos en la selva por temor a la violencia o a que las personas armadas les obliguen a luchar en un conflicto armado que les es completamente ajeno.
A pesar del miedo, Arsenio cuenta que la comunidad logró ponerse a salvo en la parte más alta del territorio. Su comunidad sigue con vida gracias al rápido esfuerzo de Arsenio y de todas las personas y líderes de la comunidad que se organizaron para poner a salvo a sus familias.
Comunidades como la de Arsenio viven en territorios que se disputan actores armados, quienes combaten por el control de economías ilícitas en el occidente del país. Desafortunadamente las poblaciones quedan en medio de esas disputas y grupos armados les obligan a permanecer en sus territorios confinados.
El confinamiento es una estrategia utilizada por actores armados no estatales para ejercer control. Quien controla la población, controla el territorio y las economías ilícitas. Las amenazas, la utilización de minas antipersonal, los homicidios, la violencia sexual, la violencia armada y la imposición de horarios para que la población se quede en sus hogares tienen como finalidad evitar que otro actor armado ingrese a su territorio.
En 2024, 138.000 personas en Colombia fueron confinadas, la cifra más alta reportada desde 2008. La situación no ha mejorado en el 2025, en los primeros dos meses del año decenas de miles de personas fueron confinadas. La violencia y el control ejercido por actores armados restringen su acceso a alimentos, atención médica o la posibilidad de caminar hacia las escuelas para acceder a la educación.
En los últimos años la comunidad de Arsenio ha sido obligada a confinarse. Esta realidad limita drásticamente su acceso a alimentos, agua, educación o la búsqueda de servicios de salud por fuera de la comunidad. Sobrevivir en esas condiciones es cada vez más difícil.
Las inundaciones y la destrucción de los cultivos agravaron las necesidades de la población. Además, las estructuras de sus casas se afectaron. El sistema de agua en la comunidad se dañó.
A finales del 2024, en este departamento del occidente del país se reportaron más de 200.000 personas afectadas por las inundaciones y más de 20.000 fueron afectadas por las restricciones a la movilidad impuestas por un grupo armado no estatal que restringió la movilidad en esta zona del país.
Cientos de personas en la comunidad de Arsenio se unieron para recolectar lo poco que había quedado de sus cultivos. Pero la comida era escasa y las niñas y los niños tenían hambre. En ese difícil contexto llegó la asistencia humanitaria de organizaciones internacionales. Mientras las familias se esmeraban por recuperar sus hogares, las organizaciones humanitarias brindamos alimentos para aliviar las necesidades de la comunidad durante la crisis. “Gracias a esa ayuda pudimos darles un respiro a nuestros hijos. Nos dio fuerza para seguir luchando”, comenta Arsenio, quien agradece el apoyo para mantener unida a su comunidad.
Además, la pervivencia de su comunidad depende de la educación de las nuevas generaciones. “Sin alimentos o sin salud estas generaciones no tendrían la fortaleza para aprender y afrontar otras crisis”, dice Arsenio. La ayuda brindada le permitió a la comunidad organizarse para continuar brindando educación a sus niños y niñas. Ellas y ellos serán los guardianes de los saberes ancestrales de su pueblo: las propiedades de las plantas medicinales o los rituales que conectan a la comunidad con la naturaleza. Garantizar la educación en emergencias es fundamental para que esta comunidad indígena no se extinga.
La población también trabajó unida para arreglar las imágenes de madera ubicadas en la calle principal. Estas figuras de madera también sirven para que todos los actores armados respeten a la comunidad y su derecho a existir en su territorio.
A pesar de las pérdidas materiales, Arsenio conserva la esperanza de construir un mejor futuro. Reitera una y otra vez su deseo de que sus hijos crezcan sin miedo, con la libertad de vivir protegidos de las inundaciones o las imposiciones de actores armados.
“Queremos vivir sanos y salvos, como seres humanos”, concluye.
Las restricciones a la movilidad de esta población continuaron en el primer semestre del 2025. La presencia, asistencia humanitaria y protección de las instituciones del Gobierno deben garantizarse en el territorio. El gobierno de Colombia tiene la obligación de proteger a las comunidades y personas afectadas por el conflicto armado. Es urgente que se implementen todas las medidas necesarias para prevenir que las violaciones a los derechos humanos y las posibles infracciones al derecho internacional humanitario se repitan.